Síndrome Temporo Mandibular
La disfunción o síndrome temporo-mandibular es un trastorno que puedes estar sufriendo sin ni siquiera saberlo.
Muchas veces acuden a nuestra consulta pacientes con síntomas como dolor de cabeza, dolor muscular, mareos… siempre pensando que tienen sobrecarga en la espalda. La mayoría de las veces es así pero no es este el desencadenante de sus síntomas, si no un agravante más.
El origen de nuestra dolencia puede deberse a una mala oclusión mandibular o problemas de alineación dental. Una de las principales causas es el llamado BRUXISMO.
El bruxismo consiste en apretar la mandíbula de forma inconsciente, normalmente cuando dormimos, aunque a veces también cuando
estamos despiertos.
La fisioterapia, con sus técnicas y su enfoque personalizado, es una solución integral y efectiva.
A través de este tratamiento, es posible no solo atender los síntomas inmediatos sino también trabajar en las causas subyacentes del síndrome de dolor miofascial. Ofrecemos una estrategia de recuperación a largo plazo que va más allá del alivio sintomático.
Años de experiencia y cientos de clientes satisfechos es garantía de que este tratamiento mejorará la calidad de tu vida.
¿Qué es el Síndrome Temporo-Mandibular?
El síndrome de dolor miofascial (SDM) o síndrome Temporo Mandibular se caracteriza por dolor persistente y puede limitar severamente la calidad de vida de quien la padece.
La complejidad del síndrome de dolor miofascial radica no solo en su capacidad para simular otras condiciones médicas. A menudo lleva a diagnósticos erróneos o tratamientos ineficaces, sino también en su naturaleza multifactorial.
El estrés prolongado, lesiones previas, malas posturas y hábitos de vida sedentarios contribuyen a su desarrollo, convirtiéndolo en una condición especialmente prevalente en sociedades con altos niveles de estrés y movilidad reducida.
El SDM es una condición crónica que afecta a la fascia, el tejido conectivo que envuelve los músculos, causando dolor agudo en puntos específicos denominados puntos gatillo.
Desde una perspectiva técnica, el síndrome de dolor miofascial se caracteriza por la presencia de puntos gatillo miofasciales, áreas altamente sensibles dentro de la banda tensa de un músculo que pueden generar dolor referido (dolor percibido en una zona distinta a la fuente del dolor) y fenómenos autonómicos, como cambios en la sudoración o la temperatura de la piel.
Estos puntos gatillo se pueden clasificar en activos y latentes. Los puntos gatillo activos son aquellos que causan dolor espontáneo y referido durante las actividades diarias, mientras que los latentes solo provocan dolor al ser palpados y no tienen un efecto inmediato en la calidad de vida del paciente.
La activación de estos puntos puede deberse a una variedad de factores, como movimientos repetitivos que sobrecargan ciertos grupos musculares, posturas inadecuadas que mantienen los músculos en una tensión constante, o incluso el estrés emocional, que puede provocar una contracción muscular persistente.
La fisioterapia en el síndrome miofascial
El tratamiento del SDM se centra en la desactivación de estos puntos gatillo y la normalización de la función muscular y fascial. La fisioterapia juega un papel crucial en este proceso, utilizando técnicas específicas como la punción seca, la terapia manual, ejercicios de estiramiento y fortalecimiento, y métodos de relajación para aliviar la tensión muscular y mejorar la postura.
El objetivo es no solo proporcionar un alivio inmediato del dolor, sino también corregir las disfunciones subyacentes que contribuyen a la aparición y mantenimiento del síndrome, evitando así su recurrencia.
Estas técnicas buscan desactivar los puntos gatillo, mejorar la movilidad y reducir el dolor, facilitando así una mejora en la calidad de vida del paciente.
Cómo la fisioterapia soluciona el síndrome miofascial
El síndrome de dolor miofascial puede ser una condición debilitante, pero con el tratamiento fisioterapéutico adecuado, los pacientes pueden encontrar un alivio significativo y retomar sus actividades diarias sin dolor.
A través de un plan de tratamiento personalizado, la fisioterapia aborda tanto los síntomas como las causas subyacentes del SDM.
Los pacientes experimentan una notable reducción del dolor, aumento de la movilidad y, en muchos casos, una recuperación completa.
- Diagnóstico diferencial y evaluación física: el tratamiento comienza con un examen físico y la recopilación de la historia clínica del paciente para establecer un diagnóstico preciso.
El fisioterapeuta utiliza técnicas de palpación para identificar los puntos gatillo miofasciales activos y latentes, evalúa la postura, la movilidad articular y la funcionalidad muscular para determinar las áreas de disfunción. - Desactivación de puntos gatillo: mediante técnicas de terapia manual como la presión isquémica, masajes de liberación miofascial, y manipulaciones suaves, el fisioterapeuta trabaja directamente sobre los puntos gatillo para desactivarlos, lo cual reduce el dolor y la tensión muscular.
- Punción seca: se insertan agujas finas en los puntos gatillo sin inyectar sustancia alguna (de ahí el término «seca») para provocar una respuesta de espasmo local en el músculo, lo que facilita su relajación y alivio del dolor.
- Estiramiento y movilización: los estiramientos específicos y las técnicas de movilización articular se utilizan para mejorar la flexibilidad y la movilidad, aliviar la tensión en los músculos y fascias afectadas, y corregir desequilibrios musculares.
- Fortalecimiento y reeducación muscular: a través de un programa de ejercicios personalizado, se fortalecen los músculos debilitados y se corrigen los patrones de movimiento inadecuados.
- Educación y autocuidado: el fisioterapeuta proporciona educación sobre ergonomía, higiene postural y estrategias de autocuidado para que el paciente pueda manejar de manera efectiva su condición en casa y prevenir futuros episodios.
Recomendaciones para pacientes con síndrome miofascial
Para complementar el tratamiento fisioterapéutico, es crucial adoptar prácticas saludables en la vida diaria.
Esto incluye mantener una buena postura, realizar ejercicios de estiramiento regularmente y aplicar técnicas de relajación para manejar el estrés.
Además, es importante integrar una rutina de ejercicios de fortalecimiento que se enfoque en equilibrar los grupos musculares para evitar descompensaciones que puedan generar nuevos puntos de tensión.
Una alimentación balanceada, rica en nutrientes antiinflamatorios, puede ayudar a reducir la inflamación.
Por otro lado, la hidratación adecuada es otro aspecto fundamental, ya que una adecuada ingesta de líquidos contribuye a mantener una buena elasticidad del tejido fascial. Así facilitaremos su funcionamiento óptimo y reduciendo el riesgo de formación de puntos gatillo.
Se recomienda también la implementación de pausas activas durante el día, especialmente para aquellas personas que mantienen posturas estáticas prolongadas por trabajo o estudio.
Estas pausas implican realizar breves sesiones de movimientos o estiramientos que ayudan a relajar la musculatura y promover la circulación.